Mujer, no te desanimes cuando estés esperando respuesta de Dios. Él tiene su tiempo. Durante ese tiempo pídele su dirección y comprueba si lo que has pedido es algo que está de acuerdo a la voluntad de Dios. Tú tienes que hacer tu parte, que Él hará la suya en su momento. La fe y la obediencia son requisitos indispensables cuando queremos tener una respuesta a nuestras oraciones. Si tú no andas en obediencia, si tu fe va en decadencia y estás llena de dudas, la respuesta divina no llegará. Pero si eres una mujer de mucha fe, andas en obediencia a Dios y aún no recibes su respuesta, no te desanimes, ten paciencia, recuerda la experiencia de los grandes hombres de Dios.
No hay que caer en la impaciencia y la desesperación, que nos pueden llevar a querer arreglarlo todo por nosotras mismas, en lugar de esperar en Dios, con eso no haremos más que estorbarle. Muchas veces somos nosotras mismas las que retrasamos su respuesta. Debemos recordar que Él conoce el futuro y sabe exactamente cuándo y por qué ocurrirán las cosas. Igualmente, tenemos que pensar en que podría ser que lo que le pedimos no esté dentro de sus planes y quizá nos tiene reservado algo mejor.
Espera con fe y paciencia la respuesta de Dios, tomando en cuenta todos estos factores, confiando en que Dios sabe lo que te conviene, lo que es mejor para ti. Deposita tus esperanzas en Él, con respeto y humildad, sin quejas ni reclamos, teniendo la seguridad de que el Señor sabe lo que hace o deja de hacer y por qué. Y también recuerda que a Él le gusta sorprendernos, dándonos más de lo que le pedimos, ¡quizá esa respuesta que tarda se deba a que te está preparando una gran sorpresa!
No hay que caer en la impaciencia y la desesperación, que nos pueden llevar a querer arreglarlo todo por nosotras mismas, en lugar de esperar en Dios, con eso no haremos más que estorbarle. Muchas veces somos nosotras mismas las que retrasamos su respuesta. Debemos recordar que Él conoce el futuro y sabe exactamente cuándo y por qué ocurrirán las cosas. Igualmente, tenemos que pensar en que podría ser que lo que le pedimos no esté dentro de sus planes y quizá nos tiene reservado algo mejor.
Espera con fe y paciencia la respuesta de Dios, tomando en cuenta todos estos factores, confiando en que Dios sabe lo que te conviene, lo que es mejor para ti. Deposita tus esperanzas en Él, con respeto y humildad, sin quejas ni reclamos, teniendo la seguridad de que el Señor sabe lo que hace o deja de hacer y por qué. Y también recuerda que a Él le gusta sorprendernos, dándonos más de lo que le pedimos, ¡quizá esa respuesta que tarda se deba a que te está preparando una gran sorpresa!
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