viernes, 25 de mayo de 2018

ASI ES EL AMOR DE DIOS

¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. Salmo 36:7

Lea, pobre Lea, nunca fue afortunada en el amor, desde que nació todo le fue muy mal, su familia pertenecía a un clan de ovejeros nómadas que vivían en Harán, ellos eran una tribu tradicional que pensaba que todo primogénito debía ser varón, así que desde su nacimiento su marca de mala aceptación quedó ilustrado en el nombre que le pusieron: VACA. Una aldea de ovejeros le pone vaca a un hijo cuando es notorio que éste no encaja con lo deseado, por lo menos imagino que fue el caso de Lea, cuyo nombre representaba vaca para todos los paisanos que la vieron crecer.

Los ojos de Lea nunca estuvieron alegres, Cómo estarlo si tan sólo al llamarla le hacían recordar burlonamente que nunca fue anhelada, o quizá si, pero solo cuando el vientre de la madre no advertía que el bebé que nacería no sería el varón soñado. Lea no se sentía amada por nadie, ni por sus padres, ni por los lugareños de Harán, ya era bastante feo que nadie la quisiera para que en el colmo, aparezca otra personita que en comparación, terminaría agravando su pobre reputación.

Lea tuvo una hermanita: Raquel, ¡otra mujer! ¡Ya no estaría sola en este mundo desgraciado! ¡Esta sería su compañera en el dolor! ¡De repente dos unidas en el rechazo podrían hacer frente con dignidad la vida! ¡Quizá ella si la entendería y hasta podría darle amor! No Lea, siento decirte que te equivocaste, ella no sería tu auxilio, de ella no saldría tu redención.

Raquel era sumamente hermosa, tan bella que los padres al verla la llamaron inmediatamente por el nombre que merecía tanta hermosura: OVEJA, ella si debe ser oveja, es tan encantadora, hasta su llanto es dulce, es maravillosa, la preferida del pueblo, la más bella entre las bellas.

Y creció siendo la reina de belleza del pueblo, engreída y graciosa, imagino que todos los vaqueros pelearían por quién sería el afortunado que la desposaría, pero las vecinas de Harán también inventaban historias que algún día vendría un príncipe a desposar a semejante primor.

Pobre Lea, sus sueños de sentirse comprendida, amada, se desvanecieron tan solo al ver a su pequeña hermana, los ojos de Lea ya no podían ser más tristes, ella parecía una vaca, pesada y sin gracia, la otra una oveja, ágil y deseada.

Y el príncipe llegó, se llamaba Jacob, había parado cerca de la tierra de los orientales y se detuvo al ver a tres manadas de ovejas bebiendo cerca de un pozo:

-¿De dónde son ustedesí Le preguntó Jacob a los pastores.

Y se puso a conversar amenamente con ellos, cuando de pronto los pastores le dijeron:

-¡A propósito, ahí viene Raquel con las ovejas!-

Parecían tan orgullosos de su Raquel, Jacob ya no escuchó más explicaciones, ayudó a Raquel a remover la piedra del pozo para que sus ovejas bebieran, tomó a Raquel y la besó, fue amor a primera vista, hasta las lágrimas le inundaron los ojos a la joven pareja, el amor los inundó de pasión.

Todo el pueblo entró en una algarabía nupcial, la bella princesa se casaría con el apuesto Jacob, ¿alguien imaginó cuanto sufría su hermana mayor? No, si nunca nadie la tomo en serio, que les iba a importar su dolor.

El padre de Raquel jamás fue muy honesto, claro que le gustó la idea que Raquel se casara con el hombre ideal, pero no se la daría fácil, así que ideó un plan, si deseaba este mancebo a su hija, tendría que trabajar siete años por ella, sólo entonces la entregaría.

Los siete años pasaron pronto para Jacob, era tan el ardor que sentía por la bella Raquel que el tiempo se esfumó, Labán seguiría con su cruel plan, sin considerar los sentimientos de nadie.

“Labán reunió a toda la gente del lugar y ofreció una gran fiesta, pero cuando llegó la noche, tomo a su hija Lea y se la entregó a Jacob, y Jacob se acostó con ella”. Génesis 29:22-23

Lea no quiso participar de la esperada boda, ¿para qué? De repente su aspecto desluciría la ceremonia, se quedó encerrada en su cuarto, de pronto Labán apareció, -¿quién se imaginaría que mi padre vendría él mismo a llevarme? ¿Se habrá arrepentido por todos estos años de desamor? ¿Quizá ahora si me tomaría un poco en cuenta ya que Raquel partiría a tierras lejanasí ¿Conocería al fin el amor del padre?-

Labán traía consigo un hermoso vestido acompañado por un exquisito velo:

-¡Póntelo rápido! ¡Date prisa la ceremonia ya va a terminar! Dijo Labán-

Pobre Lea, nunca le habían dado un regalo tan espléndido, -“que extraño, parece un vestido nupcial, y el velo es perfecto, encaja tan bien con el vestido, cubre mi rostro y casi ni se nota quién soy, ¿será por eso que me lo da?- Labán no quería esperar a que Lea lo piense demasiado: -ponte rápido todo, cúbrete bien el rostro y vamos- El padre de Lea nunca fue un padre amoroso, era duro reconocerlo, pero si por lo menos él le hubiera defendido, quizá ella no hubiera sufrido tanto, pero ahora, todo sería diferente, su padre parecía que trataba de congraciarse con ella, este hermoso vestido, las sandalias, el velo…

-¿A dónde vamos papá?- Quizá preguntó Lea. Labán no respondió, sólo la llevó a la tienda de Jacob y la entregó en vez de a Raquel, Lea la fea, Lea la vaca, Lea la accidental, ahora sería Lea la rechazada. “A la mañana siguiente, Jacob se dio cuenta de que había estado con Lea, y le reclamó a Labán: -¿Qué me has hecho? ¿Acaso no trabajé contigo para casarme con Raquel? ¿Por qué me has engañado?” Génesis 29:25.

Lea era la no amada, nunca nadie la defendió, a nadie le importó lo que ella sentía, ni siquiera esa noche que pareció un ensueño, cuando aquel príncipe la amó creyendo que era otra mujer, nadie le preguntó cómo se sentía cuando Jacob nunca más quiso ni verla y trabajó otros siete años por su hermana Raquel, pobre Lea, ¿cuándo sería el día que por fin alguien la amaría por ser ella misma? “Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió hijos. Lea quedó embarazada y dio a un hijo, al que llamó Rubén, porque dijo: El Señor ha visto mi aflicción; ahora si me amará mi esposo”. Lea aunque no amada, fue la madre de los primeros cuatro hijos de Jacob: Rubén:

Que significa: “él vio mi aflicción”; Simeón: “el que oye”; Leví: suyo significado es el verbo unir, amar; y Judá: que es el verbo alabar. Dios si amó a Lea, la amó a pesar que al principio ella veía en sus hijos una oportunidad para que Jacob la apreciara, por eso Rubén significaba “el Señor ha visto mi aflicción; ahora si me amará mi esposo“, Simeón: “Llegó a oídos del Señor que no soy amada, y por eso me dio también este hijo”, Leví: “Ahora si me amará mi esposo, porque le he dado tres hijos”. ¿Dónde esta tu dignidad Lea? Me dan ganas de preguntarle, ¿tan importante es para ti el amor de un hombre? ¿No te das cuenta que el amor de Dios puede aplacar toda tu necesidad?

Lea entendió lo que Dios le estaba enseñando, por eso cuando tuvo a Judá dijo: “Esta vez alabaré al Señor”. Dios siempre amó a Lea, por eso de su hijo Leví nacería el sacerdocio levítico que comenzó con Aarón, y de su último hijo Judá nacería el linaje real de David y finalmente el propio Jesús. El Señor le devolvió a Lea su dignidad, porque cuando Dios ama el defiende, cuando Dios ama él perdona.

“Tu amor, Señor, llega hasta los cielos; tu fidelidad alcanza las nubes. ¡Cuán precioso, oh Dios es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. Extiende tu amor a los que te conocen, y tu justicia a los rectos de corazón” Salmo 36.

Dios le dio a Lea el premio mayor, no sólo sus hijos, le dio algo más grande, le dio el beneficio de sentirse amada y defendida por él, por eso al reconocer ella que el amor del Padre celestial era más valioso que cualquier afecto, alabó al Señor con todo su corazón, por esa alabanza sincera el Salvador la redimió y la premió con un linaje santo, de su estirpe nació el Salvador que vino a dar el verdadero amor a la humanidad.

En el Salmo 45 está la descripción de la boda real entre el Rey de Reyes y la hermosa novia, quiero pensar que la novia nos representa a todas las Leas del mundo, que fueron quizá desestimadas y relegadas por todos, pero que un día el más apuesto de los hombres, cuyos labios son fuente de elocuencia, el bendito entre los benditos, vestido de esplendor y majestad, ceñido con espada, valiente y santo, cabalgó victorioso y en nombre de la verdad, la humildad y la justicia tomó a su princesa, la vistió de finos brocados, y acompañada por sus damas la hizo entrar a su palacio real.

“Haré que tu nombre se recuerde por todas las generaciones; por eso las naciones te alabarán eternamente y para siempre” Salmo 45:17. Así es el amor de Dios, el amor que tiene por ti hará que en nombre de la verdad, la humildad y la justicia seas reivindicada al lugar más alto, por amor él así lo hará. Créelo.




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